miércoles, 9 de febrero de 2011

Regiones y etnias que requieren atención (Comunidad wichí)

Soy indígena.


La activista wichí Eva Gamboa.

A lo largo de su vida la activista wichí Eva Gamboa ha enfrentado barreras de orden geográfico, económico, cultural y de género. Su incansable lucha por la autonomía la ha posicionado como referente indiscutible en las comunidades indígenas. Con el grupo de activistas que fundó el Consejo Nacional de la Mujer Indígena Argentina (CONAMI), han logrado el acceso a la información necesaria para el ejercicio pleno de los derechos de las personas de su comunidad.





Por: Alejandra Waigandt (ARTEMISA/ ARGENPRESS.info)
Aunque Pascuala Aquino fue criada en la religión católica, su hija Eva Gamboa ha pertenecido siempre al pueblo wichí. Nació en la región de Chaco y vivió 13 años a unos kilómetros de la comunidad wichí en Villa Ángela, con la cual se identificó debido a su padre Máximo Gamboa. "Hace unos 200 años que Chaco es una provincia de Argentina", dice Eva en un tono más bajo del que utilizó para responder una a una las preguntas de Artemisa Noticias, como queriendo decirlo para sí misma. "No reniego de dónde nací, pero si hubiera podido elegir elegiría algo diferente. Hablaría de región, no de provincia o país. La palabra bandera por ejemplo, viene de bandolero, y los colores blanco y celeste refieren a una fantasía, el cielo", agrega mostrando sin reservas sus ideas. De origen wichí, Máximo Gamboa logró una profunda influencia en su hija. Para él importaba lo que la persona hiciera estando viva, pero entendía que había diferentes maneras de ver las cosas. De modo que en su hogar Eva conoció dos formas de interpretar el mundo, sin embargo ella rechazaría la catequesis tempranamente. Ningún cura logró convencerla de ‘besar un yeso", tanto si se trataba de una cruz o una estatuilla. 






Terminó recibiendo la comunión debido a su madre, pero antes de la confirmación una monja la expulsó de la iglesia de Villa Ángela porque la adolescente cuestionó la relación de Dios y del Diablo. Según Eva el primero no aceptaba los errores del segundo. En ese tiempo no entendía el himno nacional y tampoco comprendía por qué la llamaban ‘paisana’ o que sus ‘hermanos’ fueran de casa en casa pidiendo comida. 






Ella creció en una vivienda de pisos de tierra, que compartía con su único hermano. Aunque el lugar permanecía repleto de gente. "Mi papá era muy comunitario, venía mucha gente a casa, le gustaba bailar y cantar. Mi mamá se encargaba de organizar la casa", contó Eva, recordando el respeto por el otro que cultivaron ambos congéneres, el cual mantuvieron cuando llegó la separación. Este comportamiento de parte de sus padres la ha fortalecido, opina la reconocida activista de la comunidad indígena argentina. En Villa Ángela el padre de Eva creó la primera institución de folclore y también la primera escuela de árbitros. Grabó en sus hijos el hábito de la lectura. Tenían acceso a todo tipo de libros y revistas de interés general. Ella disfrutaba la lectura de diarios, pero cuando se mudó con su madre y su hermano a la provincia de Buenos Aires, a los 13, esa práctica y su aspecto físico la aislaron de otros jóvenes que ponían distancia y le dirigían miradas de extrañeza o desaprobación. Estas experiencias y el desarraigo la hicieron llorar a lo largo de un año. Eva asegura que mientras vivió en la región chaqueña en la década del 60’ los ciudadanos wichís reclamaban lo mismo que reclaman hoy: derecho a la tierra, la alimentación y una educación bilingüe. "Los reclamos no tenían estos nombres, pero las luchas tenían los mismos contenidos que hoy en día", insistió. En Buenos Aires Eva Gamboa vivió en el barrio bonaerense de Ingeniero Maschwitz hasta los 21, luego se instaló en la capital porteña. Estudió bachillerato para adultos y trabajó de niñera como muchos otros jóvenes, pero convivía con un sentimiento de no pertenencia. Paralelamente realizaba trabajos comunitarios en las villas miserias, y esa actividad tampoco lograba completarla. -¿Querías estar con personas de tu comunidad? -Siento que tengo una responsabilidad por la sociedad, pero sobre todas las cosas por los pueblos indígenas. 








Soy indígena, pero cuando llegué a Buenos Aires no lo sabía, nos decían indios, matacos, pero no wichís. Con el tiempo empecé a buscar a otros hermanos y finalmente ingresé al AIRA (Asociación Indígena de la República Argentina) -¿Cómo fue tu experiencia en esa organización? -Muy dura, es una asociación mixta pero la voz cantante la tienen los hombres. Igualmente allí conocí a Isabel Condori (actual presidenta de CONAMI ), ella es coya y me enseñó que se pueden hacer cosas. De todos modos éramos muy jóvenes y muy perseguidas por los hombres debido a nuestras búsquedas. En mi caso tenía muy claro qué estaba buscando. -¿Qué buscabas? -Autonomía. En el AIRA no lograba encontrarla, siempre terminábamos haciendo lo que los hombres decían. En 1992 se hizo el primer encuentro nacional de mujeres aborígenes en Argentina, en esa época el espacio de la mujer Indígena dependía del AIRA, donde los hombres se apropiaban de nuestros logros. Pero en ese encuentro conocí a la venezolana Noelí Pocaterra y pude ver por primera vez lo que otras indígenas hacían en otras partes del mundo. Tres años más tarde llegó una invitación para un encuentro continental de mujeres indígenas en Ecuador y ese viaje significó en mi vida un antes y un después. ¿Qué otras mujeres te marcaron? Tarcila Rivera Zea, del Centro de Culturas Indígenas del Perú. La mapuche Ramona Quiroga, que vive en Holanda y nunca dejó de militar. Las ecuatorianas Nina Pacari (actual magistrada de la Corte Constitucional de Ecuador) y Blanca Chancoso, que ahora integra la CAOI (Coordinadora Andina de Organizaciones Indígenas). Estas mujeres lograron muchas cosas y nos inspiraron. 






Empezamos a realizar talleres en nuestras comunidades para que las mujeres conozcan instrumentos como la Plataforma de Beijing con relación a la mujer indígena. Cuando en 1996 se hizo la COP (Conferencia de las Partes) estábamos en un proceso hacia la autonomía. -¿Qué implicó ese proceso? -Independizarnos del AIRA. Creamos el Consejo Nacional de la Mujer Indígena. Fue duro. Tengo mucho respeto por los dirigentes de AIRA, pero discutíamos mucho. Entonces nos animamos a llevar adelante el gran desprendimiento. Era una utopía y pudimos concretarla, no hay palabras para describir la emoción que sentíamos. Por el mundo Desde que CONAMI dio sus primeros pasos en 1995 Eva Gamboa se concentró en la gestión de recursos para llevar adelante los proyectos de la organización. Al principio desconocía como gestionar, pero activistas como Ramona Quiroga le mostraron el camino. Conocía sin embargo las preocupaciones de las mujeres indígenas por la supervivencia de sus comunidades y de su identidad cultural, a raíz del trabajo realizado junto con otras compañeras de AIRA en el ceno de las comunidades de Salta, Chaco, Tucumán, Santiago del Estero, entre otras. Estas mujeres no sabían que esas preocupaciones tenían que ver con derechos. Por eso Gamboa viajó al continente europeo en la década del ’90 para buscar apoyo y enseñar en Argentina que la mujer indígena tiene derechos y debe ejercerlos con autonomía. Visitó primero Alemania y luego Holanda y obtuvo la participación del Banco Mundial y Mamá Cash. En 1998 CONAMI organizó el segundo encuentro nacional de mujeres indígenas en Tumbaya, Jujuy, participando por primera vez como organización independiente, pero respetando el proceso que se había iniciado a través del AIRA. Se hicieron talleres de capacitación sobre instrumentos internacionales (Convenio 169 de la OIT de protección de los derechos de los pueblos indígenas y tribales, Plataforma de Beijing con relación a la mujer indígena y CEDAW). En esos espacios pudo intercambiarse información sobre la situación de las tierras, la salud de las mujeres, la educación de los niños en las diferentes comunidades del país. Estos talleres se replicaron durante los siguientes años en diferentes regiones. 






Según Gamboa, el obstáculo más importante ha sido la iglesia católica. Cuando logran llevar a una comunidad un taller sobre educación sexual y derechos sexuales y reproductivos para evitar embarazos no deseados, enfermedades de transmisión sexual o muertes por abortos clandestinos, desde la iglesia se instrumentan políticas de desinformación sobre el preservativo y los métodos anticonceptivos, retrocediéndose en el tiempo, pues muchas mujeres terminan creyendo las prohibiciones religiosas. De todas maneras, desde que CONAMI existe, Gamboa y sus ‘hermanas’ han logrado sostener la formación de las mujeres indígenas respecto de sus derechos. Inclusive crearon la Escuela Itinerante de Derechos para las Mujeres Indígenas (EDMI) (ver recuadro).
"No me arrepiento de nada de lo que he hecho. No hay que arrepentirse. Esta es otra herencia de mi padre", expresa Eva y fluye desde su garganta una risa aguda. "Si algo que hiciste crees que lo hiciste mal, fijate como podés repararlo, pero no te arrepientas, no te quedes con ese sentimiento", aconsejó.


(Tomado con autorización del periódico digital español:
www.debatepres.com )


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